sábado, 24 de marzo de 2012

En el país de Gengis Kan


Sábado, 3 de marzo


            Si alguien nos preguntase sobre cultura gastronómica mundial,  la comida china, junto con  la francesa, española, italiana, japonesa y tailandesa estarían entre nuestras primeras respuestas. Más difícil imaginar sería escuchar un comentario sobre comida mongola. Y esa fue mi sorpresa cuando me proponen irnos a un restaurante donde se cocinan platos del país de Gengis Kan. La primera sorpresa que me encuentro cuando me siento en nuestra mesa es que lleva incorporado un fogón con mando regulable. Luego, nos llega una carta totalmente ininteligible, pero esta vez voy bien pertrechada. Mis amigos entienden suficientemente chino como para saber pedir. Y comienza el festín. Antes de que llegue la comida, nos dirigimos a una mesa adjunta donde se aglutinan cuencos y botes transparentes con salsas de todo tipo y color.



Cogemos varias, entre ellas una compuesta de aceite, perejil, ajo y guindilla que con solo mirarla, las mejillas comienzan a encenderse compitiendo con el rojizo de su textura. Y efectivamente, más adelante compruebo que la vista, esta vez, no me engaña.  Carne de ternera troceada tan finamente que podría ser nuestro jamón; pasta rellena de verduras, taquitos de tofu, albóndigas de ingredientes indefinidos, pasta sencilla… todo va siendo introducido en una especie de olla hirviente dividida en dos partes  que semeja  al taijitu, la forma más conocida de representar el yin y el yang.



Un lado es picante y el otro no. Poco a poco, el calor comienza a subirnos, no sé bien si por la olla hirviente o por la comida  que, a veces,  tenemos que rebajar con arroz. 

Ahora entiendo la fortaleza de las gentes de la estepa, que duermen tranquilamente en sus yurtas mientras la temperatura alcanza los 45 grados bajo cero. Si probar la gastronomía de otro país es una forma de viajar sin moverse del restaurante, también es una forma de abrir el apetito por visitar países que nunca estuvieron en tu lista de prioridades. Después de la exquisita “olla caliente”, tal vez sea bueno perderse por Ulán Bator.  Pero eso, formará parte de otro capítulo.






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