martes, 14 de agosto de 2012

Recordando a Chu-lin

Domingo, 22 de abril



            Bing Dian es un jovencito nacido en el año 2000, despierto, y cuya pasión es comer bambú pero no a ras del suelo, siempre subido a las ramas más altas. La reserva de investigación y crianza del oso panda de Chengdú es un parque de cien hectáreas creado con la intención de evitar la extinción de este encantador mamífero. El bambú se hacina en todo el territorio mientras otras especies de animales sirven de compañía al principal protagonista. Un lago, en el que nadan cisnes negros de largo pico rojo se extiende por la zona oeste. El sempiterno murmullo de las aves se oculta a veces ante el fluir vivaz del agua. El calor y la humedad condensan de tal forma la atmósfera que uno parece estar en la propia selva. La vegetación es exuberante, y sus cuatrocientos tipos de árboles, desde el ginkgo a la magnolia, convierten este espacio en un auténtico vergel. Los minibuses eléctricos recorren en silencio las principales vías depositando y cogiendo turistas. Visitar a pie libremente esta extensión es prácticamente imposible. Lo mejor es seguir los indicadores e ir conociendo poco a poco a Li Li, Cheng Gong, Bing Dian, Qin He o Ke Bi.




            Estos osos panda disponen de mucho mayor espacio que la mayoría de sus semejantes en cualquier zoo del mundo. Los osos están divididos según las edades que tienen, de forma que los más maduros conviven en un mismo cercado diferente al de los osos adolescentes. Los más pequeños crecen en la "guardería- panda" y se ejercitan subiendo y bajando  rejas, llamando la atención a los turistas que les miran divertidos detrás del cristal. Mientras esto ocurre en el interior, los osos más jóvenes mastican bambú echados sobre el suelo, o sobre tablones de madera dispuestos sobre los árboles. Tienen recorrido suficiente para subir y bajar, quedarse en sus cuevas, o simplemente, dormitar ajenos a las miles de fotos que les enfocan. Su vida parece transcurrir plácidamente.










            Desde que te adentras en el parque son numerosos los carteles que te avisan de que guardes silencio evitando asustar a los animales. Realmente éste es un espacio creado no para el hombre, sino para el oso panda. Allí te sientes como un invitado donde el anfitrión no es el ser humano. Los osos panda son mimados y tratados con el máximo respeto. Cada uno de ellos tiene su ficha con su propia leyenda. Llama mi atención la historia de Ke Bi, que al nacer durante los juegos olímpicos de Barcelona, el entonces presidente del comité Juan Antonio Samaranch, le eligió como mascota de los mismos. También Li Li está de enhorabuena. Ha tenido dos cachorros hembra,  y goza de una salud envidiable. Nada que ver con la joven enfermiza que tantas preocupaciones ocasionó a sus cuidadores. Qing He es más joven. Vio la luz por primera vez en el 2001, justo cuando se proclamó la elección de Pekín como capital olímpica, y por eso su nombre significa “celebración”. Bing Dian aventaja sólo en diez días a su amiga Cheng Gong, nacidos en septiembre del año 2000. A pesar de ser más inquieto, ambos tienen una cualidad en común: la limpieza. Al menos, así lo afirman quienes están a su cargo.





            A mi regreso pienso en la gran contradicción del ser humano. Destruimos primero y después nos empleamos en enmendar el daño que se ha hecho. El ying y el yang, el bien o el mal. El lugar de los osos panda y de tantos otros animales no está en los zoos, ni en reservas, sino en su propio hábitat. Los bosques de bambúes en las altas montañas han sido reducidos por la acción devastadora del hombre y el oso panda, tranquilo y solitario, lo tiene muy difícil para sobrevivir. El recuerdo de Bing Dian, degustando su caña de bambú, hace que me sienta impotente por un lado, esperanzada por otro, completamente confusa y desbordada al mismo tiempo, o como mejor diría el poeta Cheng Chu – Yu

Envaino despacio la espada de mi mirada
y cierro los ojos a los mares y a las estrellas.
Olvidado por el universo;
olvidando el bien, olvidando el mal,
soy más grande que el infinito
y más pequeño que un grano de arena.



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