Miércoles, 7 de marzo
El día
internacional de la mujer es todo un acontecimiento en China. Desde la
universidad recibimos una invitación formal para asistir a la conmemoración del
8 de marzo. Todo el protocolo a seguir me recuerda a los requisitos exigidos en
España para cualquier acto en el que intervenga la Familia Real. Una vez que
confirmamos nuestra asistencia, y comprueban que nuestros pasaportes están en
regla, recibimos una invitación donde se nos dicen las normas a seguir, en
inglés y en chino. La recepción tendrá lugar a las 3 de la tarde, el 7 de
marzo, en el Salón de Banquetes del Palacio del Pueblo, y debemos llevar ropa formal.
Cuando el autobús pasa a recogernos nos damos cuenta de que
todas, salvo el fotógrafo y el conductor, somos mujeres y la mayoría profesoras
extranjeras de distintas facultades. Nos
dejan en la enorme plaza de Tian’anmen y vemos con sorpresa que han cortado el
tráfico. Es un espectáculo único para todas nosotras, primero, el poder entrar
en uno de los edificios públicos más importantes de China, vetado incluso para
la gran mayoría de sus ciudadanos; segundo, porque el tráfico diario de Pekín
en esta zona hace inapreciable toda la magnitud del edificio. Hoy todo está de
gala. Decenas de banderas rojas ondean sobre su tejado, mientras los coches de
lujo aparcan delante de la escalinata.
A través de los altavoces nos invitan a
pasar al Salón de Banquetes y cuando llegamos allí, me doy cuenta que el
espectáculo no lo constituyen las mesas elegantemente vestidas, ni los
cubiertos dorados, sino la multitud de mujeres venidas de todo el mundo que
buscan su sitio. De repente, es sentirse espectador de un documental
antropológico, pero sin la distancia de la pantalla. Japonesas con sus kimonos,
paquistaníes con saris, africanas con largos y coloridos vestidos o chinas con
uniforme militar.
Mientras observo el espectáculo,
la música suena y comienza la actuación. Ágiles acróbatas, fragmentos de ópera
china, sopranos, tenores, bailarines, despliegan todo su arte en una gala en la
que la emoción se sigue a través de las miradas emocionadas de muchas mujeres,
mientras degustamos un té de máxima calidad acompañado de frutas y dulces
típicos del país.
Realmente, todo es exquisito, y cuidado al máximo detalle.
Entre tanto
boato, hay una mujer que capta especialmente mi atención. Vestida de forma
sencilla, con un pañuelo de seda y jersey de lana, parece venir directamente
del campo. Observa entusiasmada todo lo que acontece; a veces, sonríe, pero la
mayor parte de las veces, se queda seria, solemne, como un niño cuando comienza
a descubrir el mundo, como quien lleva
sobre sus hombros una sombra que pesa o como quien no entiende qué es todo este
esplendor. Su mirada se escapa al ojo de mi cámara, mientras pienso que ella,
con sus arrugas, y su dignidad serena, forma
parte del gran anonimato del ser humano, ese que padece, sufre, y a veces se ríe,
mientras otros, unos pocos, juegan conscientemente con nuestras vidas. Este
pensamiento me trae a la memoria los versos de Machado de esas "buenas gentes
que viven,/laboran, pasan y sueñan, / y en un día como tantos, /descansan bajo
la tierra".
¡Nos encantan tus crónicas!
ResponderEliminarBesos, Isa y Fer
¡Me encantan tus post, pero especialmente éste! Es alucinante el fasto con que celebran el día de la mujer en un país en el que ésta es vista muchas veces como una " desgracia" y hay una clara desigualdad. Por no hablar del grave problema demográfico que van a tener en los próximos años, con un claro desequilibrio entre hombres y mujeres. Claro que ésta es la visión occidental, no sé como se verán las cosas in situ. Ya nos contarás!
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