Jueves, 3 de mayo
Después del exotismo gastronómico de las entradas anteriores tal vez os estaréis preguntando si al final me atreví a probar los famosos guisos de ratón y de serpiente, o hice como Adolfo de Mentaberry y decliné la aventura. Ni en Pekín, Sichuan o Shanxi estos insólitos manjares constituyen su seña de identidad y por lo tanto, ninguno de mis amigos chinos me propuso degustarlos. La invitación que sí acepté encantada fue la de la familia Yang en el restaurante Liuheju. Este lugar es conocido por el pato pequinés.
Después del exotismo gastronómico de las entradas anteriores tal vez os estaréis preguntando si al final me atreví a probar los famosos guisos de ratón y de serpiente, o hice como Adolfo de Mentaberry y decliné la aventura. Ni en Pekín, Sichuan o Shanxi estos insólitos manjares constituyen su seña de identidad y por lo tanto, ninguno de mis amigos chinos me propuso degustarlos. La invitación que sí acepté encantada fue la de la familia Yang en el restaurante Liuheju. Este lugar es conocido por el pato pequinés.
Una de las características del pueblo chino es su cortesía y buen hacer con los invitados extranjeros. Por eso, no se limitaron solamente a pedir pato laqueado sino que además me ofrecieron una degustación de la comida típica del norte de China: ¡exquisita! Y esta abundancia captó mi atención desde mi llegada a Pekín. Así es costumbre, cuando se reúnen varios comensales en torno a la mesa, siempre redondas y con un torno de cristal en el centro, demandar una cantidad ingente de platos. Y si sobra comida, se habla con el camarero, se pronuncia la palabra mágica “tapau”, es decir, “para llevar”, y en seguida regresa con distintos tipos de envases. En China llevar la comida sobrante del restaurante es lo habitual. Lo extraño, es hacer lo contrario.
El pato laqueado se sirve acompañado de tortas, palos de apio y cebolleta muy suave junto a una salsa tan indescriptible como rica. En la torta se coloca un poco de la carne, la verdura y la salsa y se repliega como si fuese un bocadillo. El resultado, excelente.
A continuación, la mesa fue decorándose con una variedad de colores y aromas: tofu, pollo con cacahuetes, patata cocida en forma de tiras, cerdo agridulce con pimientos, dumplings, que son una especie de nuestras empanadillas pero sin freír, y lo que ellos denominan tortilla, una masa redonda de hojaldre rellena de verdura. Como postre se toma fruta. Además, la familia Yang me ofreció el vino chino que se produce, al igual que hace siglos (Marco Polo da cuenta de ello), en la provincia de Shanxi.
Si este es un ejemplo de excelencia gastronómica, ¿qué ocurre con el devenir del día a día? ¿es la comida del comedor universitario tan exquisita? ¿forma el pato laqueado parte de la dieta diaria? Todo ello se verá en la siguiente entrada, pero hasta entonces: zhú hăo wèi kŏu! o ¡buen provecho!
Catarina, querida, habrá que retomarse. Te dejé sabiendo de ti y China y te encuentro en la red con un último post en el blog sobre China. No tengo datos tuyos y me encantaría recuperarte en mi vida. Nos hablamos de algún modo?
ResponderEliminarCon mucho amor,
Marta